Les comparto una reflexión de Eduardo Remolins.
Está en la línea de pensamiento de lo que hacemos en AE. Un ejemplo concreto es PILAS 2007. Un evento donde, entre otras cosas, expandiremos la "capacidad de ver elefantes". Ahi va:
"... Sólo vemos lo que estamos esperando encontrar. Eso dicen los psicólogos y algunos neurólogos también.
Según Sir Leigh Teabing (el personaje de El Código Da Vinci) eso explica porqué al ver La Ultima Cena, el famoso cuadro de Leonardo, nadie se da cuenta de que a la derecha de Jesús hay una mujer (supuestamente María Magdalena) y no un apóstol.
Según él, todos hemos sido educados y condicionados para creer que en ese cuadro sólo están representados Jesús y sus apóstoles. Nuestro cerebro rechaza cualquier otra posibilidad. Nos sorprendemos cuando nos muestran lo que estuvo siempre debajo de nuestras narices. Dan Brown, el autor del libro, se valió de este tipo de detalles ocultos para producir un éxito multimillonario y una controversia de la que aún se escuchan ecos.
Pero el fenómeno también puede aplicarse a otros campos de la acción humana. El emprendedorismo, por ejemplo.
El hecho es que hace décadas, quizás siglos, que las personas más hábiles en el arte de crear negocios saben (y a veces cuentan), que la diferencia entre ellos y el resto es que pueden ver con otros ojos. Hace tiempo alguien me lo explicó en estos términos: “muchos de los empresarios más exitosos no ven lo mismo que nosotros. Es como si tuvieran puestos unos lentes especiales. Ven oportunidades comerciales donde nosotros no vemos nada”. Algo similar respondió el multimillonario Aristóteles Onassis cuando un periodista le preguntó por el secreto de su éxito económico. Según él, veía las cosas antes que los demás.
Miles de personas nos dan diariamente la pauta de que los recursos (económicos y de cualquier otro tipo) son importantes y necesarios, pero igualmente importante es la habilidad de distinguir una oportunidad cuando se la tiene delante.
Como me dijo una vez Roberto Mizrahi: “a veces la oportunidad o la solución a un problema es como un elefante que pasa delante de nosotros y que sin embargo no vemos”. Por algún motivo nuestro cerebro no está sintonizando. Justo cuando más lo necesitamos.
El asunto es ¿cómo resolver esto? ¿Cómo desatar el potencial dormido en millones de emprendedores que posiblemente sólo estén viendo lo que están condicionados para ver, lo que han visto repetidamente? ¿Como darles “lentes especiales” a esas personas que podrían identificar y llevar a la práctica millones de negocios que contribuirían a mejorar la forma en que viven ellos y todos los que están directa o indirectamente relacionados con ellos?
Personalmente, tengo mi propia hipótesis para responder esta pregunta: parte de la solución puede ser exponerlos a las soluciones que encontraron los demás. En otras palabras, mostrar repetidamente los diferentes casos de quiénes sí vieron y aprovecharon una oportunidad y crearon un negocio. Mostrar la lógica y las claves que hicieron de una idea de negocio, un éxito. Aprendemos a reproducir aquello que hemos comprendido. Sólo podemos imitar una actividad una vez que hemos reconocido el patrón que la define. ¿Qué tienen en común los negocios de las personas que han tenido éxito en desarrollar empresas? Sólo lo aprendemos cuando nos exponen repetidamente a esos casos y nos muestran, si es posible, los pliegues y la lógica detrás de cada historia.
Si veo el suficiente número de veces una partida de naipes es posible que pueda finalmente deducir cuáles son las reglas del juego. Si alguien, además, me va indicando las reglas mientras observo, tanto mejor. Lo haré más rápido.
Según Sir Leigh Teabing (el personaje de El Código Da Vinci) eso explica porqué al ver La Ultima Cena, el famoso cuadro de Leonardo, nadie se da cuenta de que a la derecha de Jesús hay una mujer (supuestamente María Magdalena) y no un apóstol.
Según él, todos hemos sido educados y condicionados para creer que en ese cuadro sólo están representados Jesús y sus apóstoles. Nuestro cerebro rechaza cualquier otra posibilidad. Nos sorprendemos cuando nos muestran lo que estuvo siempre debajo de nuestras narices. Dan Brown, el autor del libro, se valió de este tipo de detalles ocultos para producir un éxito multimillonario y una controversia de la que aún se escuchan ecos.
Pero el fenómeno también puede aplicarse a otros campos de la acción humana. El emprendedorismo, por ejemplo.
El hecho es que hace décadas, quizás siglos, que las personas más hábiles en el arte de crear negocios saben (y a veces cuentan), que la diferencia entre ellos y el resto es que pueden ver con otros ojos. Hace tiempo alguien me lo explicó en estos términos: “muchos de los empresarios más exitosos no ven lo mismo que nosotros. Es como si tuvieran puestos unos lentes especiales. Ven oportunidades comerciales donde nosotros no vemos nada”. Algo similar respondió el multimillonario Aristóteles Onassis cuando un periodista le preguntó por el secreto de su éxito económico. Según él, veía las cosas antes que los demás.
Miles de personas nos dan diariamente la pauta de que los recursos (económicos y de cualquier otro tipo) son importantes y necesarios, pero igualmente importante es la habilidad de distinguir una oportunidad cuando se la tiene delante.
Como me dijo una vez Roberto Mizrahi: “a veces la oportunidad o la solución a un problema es como un elefante que pasa delante de nosotros y que sin embargo no vemos”. Por algún motivo nuestro cerebro no está sintonizando. Justo cuando más lo necesitamos.
El asunto es ¿cómo resolver esto? ¿Cómo desatar el potencial dormido en millones de emprendedores que posiblemente sólo estén viendo lo que están condicionados para ver, lo que han visto repetidamente? ¿Como darles “lentes especiales” a esas personas que podrían identificar y llevar a la práctica millones de negocios que contribuirían a mejorar la forma en que viven ellos y todos los que están directa o indirectamente relacionados con ellos?
Personalmente, tengo mi propia hipótesis para responder esta pregunta: parte de la solución puede ser exponerlos a las soluciones que encontraron los demás. En otras palabras, mostrar repetidamente los diferentes casos de quiénes sí vieron y aprovecharon una oportunidad y crearon un negocio. Mostrar la lógica y las claves que hicieron de una idea de negocio, un éxito. Aprendemos a reproducir aquello que hemos comprendido. Sólo podemos imitar una actividad una vez que hemos reconocido el patrón que la define. ¿Qué tienen en común los negocios de las personas que han tenido éxito en desarrollar empresas? Sólo lo aprendemos cuando nos exponen repetidamente a esos casos y nos muestran, si es posible, los pliegues y la lógica detrás de cada historia.
Si veo el suficiente número de veces una partida de naipes es posible que pueda finalmente deducir cuáles son las reglas del juego. Si alguien, además, me va indicando las reglas mientras observo, tanto mejor. Lo haré más rápido.
En todo caso, se trata siempre de información, a la que damos significado. Se trata de poner al alcance de todos la mayor cantidad de información relevante y útil que podamos.
Esa, en última instancia, suele ser la gran diferencia. El entorno en que crecimos, las experiencias que tuvimos, la formación que recibimos. Es todo información y es lo que nos abre las puertas. Lamentablemente, no todos han tenido o tienen los mismos entornos favorables, las mismas experiencias enriquecedoras y los mismos privilegios de educación.
Precisamente por eso brindar información también es una forma inteligente de abrir caminos, de desatar el potencial de cada persona y de igualar oportunidades. De ahí que desde Opinión Sur procuramos brindar información a quiénes tienen vocación emprendedora.
Se trata de mostrar quiénes y cómo crearon empresas y valor económico donde los demás no lo vimos. De mostrar qué vieron. El proposito es dar a conocer casos, posibilidades, perspectivas, productos o empresas muchas veces impensados, sorprendentes, pero que no obstante existen. Se trata de que cada quien busque las analogías con la situación que lo rodea y las oportunidades que pueden estar escondidas, esperando que las descubran.
En el efecto buscado no está exenta la sorpresa. “¿Quién hubiera pensado que eso podía ser un negocio?”. Es posible que digan esto más de una vez. Cada una de esas veces habrá ingresado en sus cerebros un dato más. Más información. Algo que les ayudará a definir un patrón. Algo que no les va a sorprender más en el futuro. Algo que quedará integrado en su conocimiento. Una pieza más para construir sus propios lentes, para ver mañana algo que quizás no habían visto ayer.
Puede tomarnos años y bastante esfuerzo crear nuestro propio par de lentes, pero vale la pena. ¿Quién querría perderse el paso de un elefante?..."
2 comentarios:
Te agradezco, Edgardo, que compartas esta reflexión de Eduardo Remolins.
Uno de los mayores desafíos que tenemos las "personas grandes", como diría el Principito, es ayudar a quienes sueñan con emprender a mirar de una manera nueva la realidad y saber aprovechar de un modo sagaz todas las oportunidades que se presentan; mostrarles que los sueños sólo se alcanzan aprendiendo de las experiencias de los otros y explotando al máximo la creatividad que nos fue regalada.
Gracias Pablo con el comentario. Sin dudas que nadie va a hacer algo sobre lo que no ve. Me recuerda al cuento donde es un niño el que ve al Rey Desnudo. Darnos permiso a creer, luego ver y luego crear es parte del juego de dejar salir lo maravilloso que somos como seres humanos
un abrazo!
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